Reorganizar la red casera

Decidí abrir la red inalámbrica de casa por las siguientes razones:

Proporciona una falsa sensación de seguridad, lo que hace que me relaje mucho en la protección de los nuevos sistemas.
Conectar aparatos sencillos, como el tocador de música, el reloj-despertador ó el nokia-770, es mucho más sencillo si no tengo que estar pendiente de contraseñas y esquemas de seguridad soportados ó no. Al final, y dado que no tengo forma de emplear diferentes esquemas de seguridad al mismo tiempo (WEP y WPA indistintamente, por ejemplo), termino por usar el más débil, puesto que es el que funciona en todos los trastos.
Permite que otros (mis sobrinos, por ejemplo) puedan tener acceso a la red en cualquier momento. Ya me ocuparé de presuntos abusos en el consumo cuando llegue el caso, aunque por ahora no es un problema.

El escenario en estos momentos es el siguiente:

Cualquier equipo es potencialmente accesible desde el exterior (por la espalda, vamos), puesto que ya no tienen una única puerta que guardar.
La configuración de los sistemas se vuelve entonces algo serio; es necesario equilibrarla entre protección y usabilidad.
Dado que todos los equipos pueden ser alcanzados desde cualquier dirección, aquellos servicios que confiaban en que rangos de redes privadas son seguros, deben ahora ser conscientes de lo contrario, y sospechar de todos y de todo.