. . |
|
|
Nueva imagen, viejos Museos
Magdalena BARRIL VICENTE Eduardo GALÁN DOMINGO Departamento
de Protohistoria y Colonizaciones Museo
Arqueológico Nacional 1.-
Introducción. Desde
marzo de 2005 y hasta febrero de 2006, las salas del Museo Arqueológico
Nacional se han visto inmersas en un proceso de renovación de la cartelería,
que algunos departamentos como el de Protohistoria y Colonizaciones hemos
pretendido que no se limitase a un “lavado de cara”, es decir a cambiar
simplemente la imagen gráfica, sino que alcanzase en la medida de lo posible a
renovar también los contenidos de las vitrinas, actualizándolos acorde a los
recientes planteamientos que se desarrollan en el ámbito científico respecto
a los tiempos prerromanos.
Era un proyecto detrás del cual el departamento llevaba ya diez años y
que había intentado renovar con los medios que le permitía la limitada
autogestión de los presupuestos del museo, pero que no había sido posible
abordar de manera global hasta que desde el Ministerio de Cultura se ha
realizado el encargo y la contratación de esa renovación de la imagen gráfica
del conjunto de la exposición permanente a una empresa de diseño.
Hemos tenido que adecuarnos al corsé que imponían las vitrinas
preexistentes y su distribución espacial, pero hemos podido darles un aire
nuevo al retapizarlas en tonos más claros, retirar algunas piezas de ellas y
exponer otras nuevas, para plantear un nuevo discurso de la Protohistoria
hispana, que en el Museo Arqueológico Nacional comienza en el Hierro Antiguo y
termina cuando ya la conquista romana se ha completado.
El resultado es un discurso expositivo que pretende mostrar etapas
cronológicas, pueblos y conceptos, es decir que pretende ser diacrónico y
cultural a la vez, siempre dentro de los límites que permiten las colecciones
que custodia y con el inconveniente que supone tener la exposición dividida en
dos niveles distintos, y el desvío de atención que ocasiona al visitante, que
pasea las salas en orden numérico, pasar en la planta sótano del ámbito
celtibérico y meseteño, al balear y de éste al egipcio y griego, para después
subir a la planta superior y sumergirse en el mundo de las colonizaciones
fenicia, púnica y griega y sus influencias en los llamados períodos
orientalizante e ibérico, coetáneos de la visita que dejó varias salas atrás.
Es este un handicap, que ha estado presente desde la década de
los setenta, cuando la gran reforma de Almagro Basch distribuyó las salas del
museo y su contenido temático tal y como las conservamos actualmente y que
estuvo motivada por el peso de las colecciones ibéricas y la necesidad de
situar la estatuaria en lugares más amplios que los que hubiese permitido su
ubicación en la planta sótano.
Pero en un museo nunca debemos olvidar que las renovaciones de
contenidos deben realizarse sobre aspectos bien contrastados, no sobre hipótesis
de trabajo aún en trance de ser aceptadas por toda la sociedad científica. La
razón de este planteamiento reside
en la necesidad de proporcionar soluciones al público, en lugar de plantearle
dudas. A ello se suman las limitaciones para realizar cambios que hemos señalado
al comienzo y que se derivan de los presupuestos limitados, de los que ya los
primeros directores del museo como Amador de los Ríos (Marcos 1993: 77), Mélida
(Museo 1917: 60) o Álvarez-Ossorio
(1929: 8) se quejaban en cartas al Ministerio o en las introducciones de las guías-catálogo
del museo en el primer tercio del siglo XX (Barril 2005: 245-247).
Paralelamente, hemos de considerar que una nueva cartelería no es únicamente
una serie de textos e imágenes que ofrecen información al visitante, sino
también el resultado de múltiples condicionantes y de una cadena de toma de
decisiones que a menudo supera en nuestro mundo al propio Museo: la selección
de la empresa de diseño gráfico y su propio proyecto, la interdependencia del
discurso entre las diferentes unidades que redactan la cartelería, e incluso
la posibilidad o no de renovar el material que se expone en las vitrinas y la
forma en que se exhibe. De la solución a cada uno de estos elementos depende
el resultado final, independientemente de los esfuerzos particulares de cada
una de las partes implicadas en el proyecto. 2.-
Cartelería histórica del Museo Arqueológico Nacional.
El museo por otra parte, se debe a sus colecciones y su discurso debe
ser lo más universal posible a partir de esos fondos museísticos que conserva
y en el caso de los asignados al actual Departamento de Protohistoria y
Colonizaciones debe intentar explicar la historia y la arqueología de los
pobladores del solar peninsular y de las islas Baleares de la forma lo más
asequible, gráfica y veraz posible. Y eso es lo que ha ocurrido desde que en
1867 se creara el museo y los materiales correspondientes a los pueblos
“anterromanos” quedarán incluidos en la denominada “Sección I, dedicada
a Tiempos primitivos y antiguos” que abarcaba desde los tiempos prehistóricos
hasta los bizantinos, incluyendo a los que consideraban orientales. Desde esa fecha las distintas guías y catálogos del
museo nos muestran como han ido evolucionando los conceptos que trataba de
explicar y las técnicas expositivas, (prehistoria, protohistoria, hispano, ibérico,
céltico o celtibérico). Sin embargo, a veces sospechamos que la modernidad,
en esa adecuación a un nuevo discurso científico y museístico, se apreciaba
más en las citadas guías que en la propia exposición, que permanecía con
pocos cambios de materiales, aunque sí de etiquetas informativas. A este
respecto debemos tener en cuenta que la evolución de los medios mecánicos e
informáticos han facilitado que en la actualidad sea más fácil introducir
informaciones gráficas, dibujos, fotos, etc., en la cartelería que en el
pasado, cuando debían conformarse con colocar letreros con cuidada caligrafía
o a máquina de escribir, antes de poder ya encargar los carteles a una
imprenta y ahora a empresas con sistemas digitales (Figura 1,
a-c). En
1871, siendo director García Gutiérrez,
se decidió que la exposición debía reflejar los criterios de
clasificación establecidos para situar los fondos museísticos. Criterios que
se conjugaban tres aspectos relacionadas con las distintas manifestaciones del
trabajo humano: su antigüedad con relación a la existencia o no de textos
escritos ajenos y propios, la religión y su categoría artística.
En 1883, bajo la dirección de Bermúdez de Sotomayor, el objetivo
primordial era destacar en las etiquetas identificativas de los objetos, su
procedencia, cronología, material y tipología y también se instalaban según
su clasificación que mantenía la anterior aunque modificando la nomenclatura.
Los carteles seguían realizándose por medios manuales y los números de catálogo
que figuran en la publicación del momento, se mostraban estampados mediante números
entintados según apreciamos en las escasas fotografías de la guía (Figura
2).
El traslado al Palacio de Bibliotecas y Museos, previsto desde la creación
del museo en 1867, se hizo realidad en 1895, bajo la dirección de Juan de Dios
de la Rada y Delgado, aunque con las vitrinas que disponían en el Casino de la
Reina y lo ordenaron tomando como base los cambios que habían realizado a
partir de la experiencia en los últimos años en el casino: combinar cronología,
historia y geografía para el estudio de las civilizaciones. De estas fechas
sabemos que intentaron exponer los objetos de manera que se pudiese mantener la
clasificación deseada y mantener los protocolos de conservación, respecto a
luz, seguridad, etc. que consideraban necesarios, pero que estaban constreñidos
por disponer de escaso presupuesto y no poder renovar las vitrinas. Los
materiales que hoy día custodia el Departamento de Protohistoria y
Colonizaciones se exponían únicamente en la sala III (la actual sala XX).
La renovación tuvo lugar en 1917, con José Ramón Mélida como
director, para adecuar las nuevas adquisiciones, que en el caso de las
correspondientes a las ibéricas habían sido notables. Las salas que no lo
estaban se decoraron con motivos alusivos a los materiales que contenían,
aunque no conocemos fotos sobre cuales serían los motivos escogidos en las
salas donde se exponían los materiales ibéricos o púnicos (salas III, XVIII
a XX), si de otras salas, en las cuales una cenefa pintada recorría la parte
superior de las paredes. Las nuevas vitrinas, algunas de gran tamaño,
combinaban espacio expositivo en altura con cajones o armarios en la parte
inferior que servían de almacén y los materiales pequeños se exhibían en
vitrinas en forma de mesa o de atril, que podía estar integrado en la vitrina
de pared. Los criterios de clasificación corresponden a tres conceptos:
“Historia, trabajo humano y vida social”, siempre diferenciado las llamadas
Bellas Artes, de las artes e industrias aplicadas; pero, a la vez, se seguía
el criterio de conservar la unidad de las colecciones de origen como se hizo
con la parte de la colección Vives con materiales de Ibiza, y como se estaba
preparando una sala para acoger a la del marqués de Cerralbo, en este caso por
deseo expreso del donante.
En
1929 Francisco Álvarez-Ossorio se queja de que falta espacio para poder
exhibir las nuevas adquisiciones y que por ello el objetivo del museo “ser
una lección continuada de historia por medio de los monumentos y de los
objetos arqueológicos se malogra. En estos años las colecciones prerromanas
se habían incrementado con algunos de los yacimientos más interesantes, como
los de Collado de los Jardines, Galera, Numancia o hallazgos como el tesoro de
Aliseda. Los primeros se exponían juntos, etiquetados bajo el período
cultural al que se adscribían y su procedencia, aunque ya se diferenciaban ámbitos
geográficos y cronológicos y, el tesoro, en una sala de seguridad exclusiva
para ellos. Apenas disponemos de fotografías de esta exposición para
comprobar su aspecto.
En 1931, siendo ya director Álvarez-Ossorio, estaba previsto que se
remodelase todo el museo de acuerdo con las ideas surgidas en el Congreso
Internacional de museos celebrado en Madrid en 1930, pero la guerra civil hizo
que sólo llegase a las salas de Edad Moderna y que todo su contenido tuviese
que desmantelarse, embalarse y almacenarse para dejar sitio a la Junta del
Tesoro Artístico (Álvarez, 1982).
Tras la guerra, en el ala sur de la planta principal del museo se instaló
lo que se denominó “Museo Breve. Resumen de Arqueología Española”, bajo
la dirección de Blas Taracena. En muy poco espacio, compartimentado por la
mampara en que se apoyaban las vitrinas se exponían una selección de
materiales que, si los contemplamos sin leer la guía del momento, nos parecen
mezcladas las distintas armas y cerámicas prerromanas, pero al leer la guía
nos percatamos de que es consecuencia de la escasez de espacio puesto que están
claramente organizados por períodos de la Edad del Hierro y culturas, acompañadas
de dos de las maquetas más antiguas del museo: las de Numancia y Azaila y
algunas esculturas ibéricas.
Entre 1952 y 1954, siendo director Joaquín Mª Navascués, se instaló de nuevo el museo en la planta de entrada. En lo
que respecta a los materiales prerromanos se instalaron en las salas I a III,
únicamente los correspondientes al área ibérica, a las colonizaciones y la
orfebrería de todas las procedencias, permaneciendo almacenadas las
correspondientes al área meseteña –a excepción de algunos broches- por
razones de espacio y a la espera de que las salas que ocupaba el Museo de América
quedasen libres (véase Figura 1,b). La escultura se exponía en paneles y
pedestales y las vitrinas se disponían en hileras paralelas, compartimentando
espacios y algunas, más planas se empotraban en las paredes. Los letreros,
escritos a mano, indicaban los yacimientos y la cultura de procedencia Figuras
3 y 4).
Como ocurría en las exposiciones precedentes las guías aclaran las
posibles confusiones que pudiesen crearse en la exposición al compartir
espacio, por ejemplo las joyas del tesoro de Aliseda con torques castreños.
Tras la marcha del Museo de América el M.A.N. va ocupando los espacios y la
colección Siret se expone en la planta principal.
Resulta interesante comprobar como las dos ultimas exposiciones están
relacionadas con el índice de los tres volúmenes de la Historia de España de
Menéndez Pidal, lo que refleja el interés en adecuar el discurso museístico
a los discursos científicos. El montaje de Almagro Basch y sus intentos
de renovación. En
1968, con Martín Almagro Basch como director, comienza una larga reforma
integral que finalizará rondando ya la década de 1980. El museo consigue
ampliar su espacio expositivo y ganar un amplio lugar para almacenes gracias a
las obras en las que se excava una segunda planta sótano. La exposición
permanente se repartirá a partir de este momento en tres plantas y los
materiales correspondientes al actual Departamento de Protohistoria y
Colonizaciones lo hacen entre dos, en la planta del sótano 1, como parte final
de la Prehistoria y que termina con la romanización, las correspondientes a la
meseta, el valle del Ebro y el Norte peninsular, mientras que las relativas al
mundo ibérico y de las colonizaciones se exponen en la planta de entrada,
quedando la escultura en la misma sala en la que había permanecido desde que
se trasladaron al edificio (Figura
5,a-c). Además se introdujo la novedad de
realizar vídeos y de crear un Departamento Didáctico, enfocado a los
colegios. La guía de las salas dedicadas a las culturas ibéricas y romanas
fueron enseguida publicadas por el museo, no así las dedicadas a la
Prehistoria.
Esta exposición, que con pocas variantes ha pervivido hasta hace poco,
era novedosa en su tiempo: grandes carteles generales, de temas amplios y
carteles en las vitrinas, todos ellos realizados en imprenta, con letras de
buen tamaño para facilitar su lectura acompañados de fotos y en ocasiones
dibujos o planos (Figura 6). Era una novedad en su momento que comenzaron a
copiar otros museos. Las vitrinas se intentaba que no estuviesen saturadas para
poder apreciar mejor los objetos que se enumeraban en cartelas de grupos,
impresas en imprenta y, algunas cartelas particulares, escritas a máquina.
Contrastaban las tapicerías de arpillera de las vitrinas de la planta sótano,
con los terciopelos verdes de las salas dedicadas al mundo ibérico, mostrando
así todavía una mayor separación entre materiales que deberían haber estado
relacionados.
La distribución del contenido de las vitrinas combinaba conceptos y
yacimientos que se consideraban representativos del momento que se explicaba,
aunque algunos de ellos hayan quedado obsoletos debido a los resultados de
nuevas excavaciones. En este sentido la sustitución de
la información contenida en el montaje llevado a cabo por Almagro Basch entre
los años 70 y 80 del siglo pasado, no podía obviar el hecho de que la propia
disciplina de la Protohistoria y nuestros conocimientos en la mayor parte de
los campos han avanzado sustancialmente. Sin embargo, y paralelamente, el Museo
apenas ha recibido colecciones suplementarias a las entonces disponibles,
dificultando una renovación de contenidos a través del material expuesto. A título
de ejemplo, el amplio ámbito de la colonización fenicia se reduce en el M.A.N.
a unos pocos materiales, en su mayoría en depósito, de los primeros
yacimientos excavados en los años 60 del siglo pasado, con lo que buena parte
del material orientalizante e ibérico debe ser explicado mediante una
referencia a otro material, el colonial fenicio, prácticamente ausente de la
exposición, salvo en sus momentos avanzados, ya relacionados con el mundo púnico,
y limitado a los yacimientos de Ibiza y Villaricos. Como hemos podido ver a lo largo de
toda esta exposición, la cartelería del Museo ha venido apoyándose
tradicionalmente en la información más extensa de las guías publicadas con
cada montaje, a menudo imprescindibles para entender el discurso y cronología
de las piezas exhibidas. En la época actual dichas guías han ido
evolucionando al compás de los tiempos. Así en las primeras guías tras la
reforma de Almagro se mantuvo el criterio de explicar el contenido sala por
sala, también visible, aunque con resultados muy diversos en intentos
posteriores (Álvarez, 1990; Elvira, 2003), pero a la vez se ensayaban nuevos
conceptos para complementar
exposición y guía. Así podemos entender los intentos de contextualización
de materiales realizados por algunos departamentos en la edición de 1991,
publicada en conjunto y por separatas (Rodero, 1991), la propuesta didáctica
de García Blanco (2001), o la reciente guía de piezas seleccionadas, a modo
de audioguía impresa (Chinchilla, 2002). 3.- Una nueva imagen gráfica. Como ya hemos expuesto, la
imposibilidad de afrontar con los solos medios del Museo la renovación
completa, y con cierta periodicidad, de la cartelería heredada del montaje de
finales de los años setenta del siglo pasado, indujo a una política de
modificaciones parciales, realizadas con el mejor de los empeños, y de forma básicamente
mimética o adaptada a la realidad existente. Esa ha sido la única posibilidad
durante largo tiempo. En
la planta sótano la renovación se concentró en las vitrinas de orfebrería
castreña y meseteña, aunque de forma mucho más centrada en su impacto visual
que en los contenidos. Así, el panel general de los “Tesoros de la Meseta”
se conservó, sin cambios en un primer momento, mientras que se renovaron las
cartelas. Las tapicerías de terciopelo de la planta de entrada, fueron
sustituidas a principios de la década de los 90 por otras de color blanco,
para dar una sensación de mayor ligereza y se planificó una cartelería
estructurada en niveles: unos paneles generales de zona y unos carteles para
cada vitrina que debían ir acompañados de documentación gráfica. Sin
embargo por los habituales - y
para quien no está en la Administración, hasta increíbles- problemas
presupuestarios sólo se realizaron los de las vitrinas y debieron aprovecharse
como paneles generales los procedentes de exposiciones temporales. Por otro
lado, en algún momento se suspendía desde la dirección la renovación
parcial emprendida por cada departamento a la espera de una homogeneización de
todo el museo que no ha llegado hasta ahora. Posteriormente, hacia el 2000, y en
relación con una circunstancia específica que provocó daños en algunos
carteles, se pudo contar con un presupuesto limitado que permitió actualizar
la cartelería de tres puntos específicos del recorrido: un texto de
introducción a las formas de poblamiento durante la Primera Edad del Hierro,
otro para la orfebrería castreña, y finalmente otro referido a los pueblos
celtibéricos, su indumentaria y armamento. No fue posible realizar siquiera un
cuarto panel, puesto que ya excedía del presupuesto permitido para un único
pago (Figura 7). Estos nuevos carteles reemplazaban
a los ya existentes, aunque concebidos con otros criterios, paliando, bien que
de forma muy incompleta, el planteamiento general del montaje de las salas
dedicadas al Hierro meseteño. Estas presentaban una mezcla, difícil de asumir
actualmente, de contenidos temáticos vinculados ya a materiales (orfebrería,
armamento, cerámica), ya a aspectos funcionales (elementos de indumentaria y
adorno personal), junto a otros dedicados a yacimientos arqueológicos o
pueblos prerromanos concretos (Azaila, Las Cogotas, los Arévacos...), que
desembocaban en un panel de gran formato dedicado al asedio y conquista de
Numancia, momento con el que se cerraba tradicionalmente el período prerromano
y se asentaba la presencia de Roma en la Península. Si contemplamos ahora las salas de
la planta baja, dedicadas al mundo ibérico, la situación era igualmente
compleja. Aunque se habían cambiado recientemente las cartelas y adecentado
las vitrinas, la presencia y el peso de elementos como el monumento de Pozo
Moro y la estatuaria ibérica en general, y el complejo montaje heredado de época
de Almagro con vitrinas todas iguales y soportes de hierro anclados en las
paredes, impedía una renovación activa de los contenidos. Así, el cambio de
algunas piezas y la adición de alguna, señaladamente el tesoro ibérico de La
Puebla de los Infantes, se adaptó a un discurso que primaba la presentación
de materiales por yacimientos (Ibiza, Villaricos, Toscanos, Medellín, Galera,
Toya...), a los que cabría añadir las clásicas vitrinas dedicadas a la
orfebrería y algunas más de contenido temático, presentando la escritura, el
armamento o la cerámica, así como la colección de exvotos de bronce. En el
montaje, carente de paneles generales por las razones ya expuestas, se
integraron algunos de factura más moderna, realizados con ocasión de
exposiciones temporales, contrastando claramente con el planteamiento anicónico
que regía la cartelería de la sala. La situación general se agravaba
en la sala de Escultura ibérica, donde las piezas, presentadas individualmente
o como conjuntos de idéntica procedencia, se articulaban en un discurso mucho
más artístico que histórico (ver figura
5,c). Sobre este panorama, y teniendo en
cuenta las limitaciones impuestas por el tiempo y el planteamiento que guiaban
la actual renovación integral de la cartelería del Museo, se ha pretendido
introducir un cambio cualitativo en la presentación de las colecciones
correspondientes a la Edad del Hierro, siempre sobre la base de un discurso
general que resultaba imposible desmontar por completo en este momento. La idea
que nos ha guiado ha sido la de realizar una conversión temática de los
espacios asignados a la Protohistoria[1]
en el Museo, por un lado a través de la creación de un mayor número de
paneles generales, que dieran contexto al conjunto de la presentación, y por
otro eliminando en la medida de lo posible la presentación por yacimientos,
manteniendo cuando era imprescindible los materiales, pero derivando hacia lo
general el contenido de las cartelas. Así los materiales de Toscanos permiten
introducir el tema de la colonización fenicia, y los de Medellín el proceso
orientalizante. En otro orden de cosas nos
impusimos un límite flexible para los textos de las vitrinas, que no debían
superar como norma general las 300 palabras, y en la medida de lo posible deberían
tender a una mayor concisión y organización interna de los contenidos. Hay
que tener en cuenta que el público general que viene a ver el Museo lo visita
completo, y por lo tanto debe multiplicar al menos por seis el volumen de texto
existente sólo en las salas de Protohistoria, lo que impide plantearse un
mayor detalle en la exposición de contenidos (Figura 8
a-b). Finalmente las cartelas de piezas
se reducen a la información esencial: denominación del objeto, materia,
procedencia y cronología, restringiéndose mucho el número de piezas en las
que esa información es ampliada mediante un breve texto e incluso mediante
alguna ilustración. De esta forma se somete además al contenido de las vitrinas a una jerarquización interna de contenidos,
resaltando unas piezas sobre otras. Además, en un futuro inmediato la nueva
cartelería del Museo se complementará con la posibilidad de acompañar la
visita de audioguías, lo que permitirá en teoría una más fácil renovación
de contenidos con el paso del tiempo. La exposición resultante y el
discurso general siguen sin ser equivalentes en las salas de la planta sótano
y en las de la planta baja, debido en parte a los condicionantes impuestos por
la diferencia de los soportes museográficos de ambas: tamaño de las vitrinas,
secuencia de espacios, entidad de las maquetas, etc. Pero también tienen su
importancia los distintos tipos de materiales que componen las colecciones
meseteñas e ibéricas del Museo. En efecto, de aquéllas se cuenta tanto con
materiales de lugares de habitación como de necrópolis, además de objetos
suntuarios, si bien no tan espectaculares como los de las colecciones ibéricas.
Sin embargo, éstas apenas pueden presentar los ámbitos de la muerte y cultual
de la sociedad a la que pertenecen, junto a ricos elementos suntuarios y la
gran estatuaria votiva y funeraria, ya que apenas se integraron en el Museo
piezas procedentes de sus poblados y ciudades. En
cualquier caso esta actuación formal no constituye sino un elemento paliativo
de la grave situación a la que el Museo se había visto abocado en las últimas
décadas, falto de toda renovación profunda y mientras se veían pasar y
archivar sucesivos proyectos de reforma general que sólo ahora parecen en vías
de concretarse. Si ello es así, esta cartelería será sólo un ensayo para
una renovación más profunda a medio plazo, que se iniciará en breve con el
proyecto de nueva instalación de la sala de escultura ibérica.
En los últimos años se han abierto nuevos espacios expositivos en el
Museo, como las salas de Edad Moderna o la presentación de los Tesoros del
Gabinete Numismático, en los que se han ensayado nuevos planteamientos museográficos.
Sin embargo estas actuaciones parciales no han alterado el discurso general del
Museo, sólo abordable desde la perspectiva de esa reforma global antes
referida. Con todo, nadie debería llamarse a
engaño. En los museos de cierto nivel, y en particular en una institución con
el tamaño del Museo Arqueológico Nacional, las novedades del día a día se
plantean a través de actividades paralelas a la exposición permanente, apoyándose
en ella, pero completándola a través grandes exposiciones temporales o de
modestas presentaciones de piezas invitadas o nuevas adquisiciones, de cursos,
conferencias y publicaciones para diferentes niveles de público. Y la exposición
permanente, tan costosa de plantear como de ejecutar, lo resulta igualmente de
cambiar una vez inaugurada, y por ello al cabo de un tiempo cada vez más corto
comienza a quedar anticuada, sobre todo cuanto más modernos y “a la moda”
del momento de su concepción son los recursos utilizados. Los nuevos medios
interactivos permitirán en un futuro nuevas facilidades para reformar los
contenidos informativos, y con un costo posiblemente mucho menor; sin embargo
la propia exposición, y la información inmediata asociada a la misma en la
cartelería, difícilmente encontrarán una forma sencilla, fácil, y por qué
no decirlo asequible, de renovarse de forma igualmente constante. Madrid, Marzo de 2006. Referencias Álvarez Izquierdo, Enrique (1990):
“Museo Arqueológico Nacional”, Cuadernos
Madrileños, 2. Madrid, Ayuntamiento, Servicios de Educación. Álvarez Lopera, José (1982): La política de bienes culturales del Gobierno Republicano durante la
Guerra Civil española. Madrid, Ministerio de Cultura. Álvarez – Ossorio y Farfán de
los Godos, Francisco (1910): Una visita
al Museo Arqueológico Nacional. Madrid, Imprenta Artística Española.
(1925): Una visita al Museo
Arqueológico Nacional. Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, Bibliotecas
y Museos. (1929):
“Museo Arqueológico Nacional. Guía de la Sección Primera”, IV Congreso Internacional de Arqueología. Barcelona: Exposición
Internacional de Barcelona. Barril Vicente, Magdalena (2005):
“El Departamento de Protohistoria y Colonizaciones del Museo Arqueológico
Nacional y su relación con el concepto ‘prerromano’”, Archaia 3,4 y 5,
2003-2005: 240-256.
Chinchilla Gómez, Marina (dir.) (2002):
Museo Arqueológico Nacional.
Barcelona: Electa. Elvira, Miguel Ángel (2003): Museo Arqueológico Nacional. Madrid, Aldeasa. García Blanco, Ángela (coord.)
(2001): Museo Arqueológico Nacional. Un
paseo por la Historia. Barcelona, Àmbit. García Gutiérrez, Antonio (dir.)
(1876): Noticia Histórico-Descriptiva
del Museo Arqueológico Nacional. Madrid, Imprenta de T. Fortanet, 210 p. Marcos Pous, Alejandro (1993):
“Origen y desarrollo del Museo Arqueológico Nacional”. En A. Marcos Pous
(coord.) De Gabinete a Museo. Tres siglos de Historia. Madrid,
Ministerio de Cultura: 21-99. Museo Arqueológico Nacional.
Madrid, (1917): Guía Histórica y
Descriptiva del Museo Arqueológico Nacional. Madrid, Tip. de la Revista de
Archivos, Bibliotecas y Museos.
(1944): Guía de las Instalaciones
de 1940. Resumen de Arqueología española.
2ª edición. Madrid.
(1989): Museo Arqueológico
Nacional. Guía Breve. Madrid, Dirección General de Bellas Artes y
Archivos, 18 p.
(1979): Las nuevas Salas de Antigüedades
Ibéricas y Clásicas. Madrid, Dirección General de Bellas Artes.
Ministerio de Educación y Ciencia.
(1991): Museo Arqueológico Nacional. Guía General.
Madrid, Ministerio de Cultura. Navascués y de Juan, Joaquín Mª
(dir.), (1954): Museo Arqueológico
Nacional. Madrid: Dirección General de Bellas Artes.
(1965): Guía del Museo Arqueológico Nacional. Madrid: Dirección General de Bellas
Artes. Rada y Delgado, Juan de Dios de la
(1883): Catálogo del Museo Arqueológico
Nacional. Madrid, Imprenta de Fortanet. Ramo, F.E., (1900): Breve
resumen o guía explicativa del Museo Arqueológico Nacional. Madrid,
Imprenta A. Ortega. Rodero Riaza, Alicia, (1991):
“Protohistoria y Colonizaciones”, Museo
Arqueológico Nacional. Guía General.
Madrid: 49-87. Rodero Riaza, Alicia – Barril
Vicente, Magdalena, (1999): “Las Colecciones ibéricas y su exposición”,
en. Blánquez, J. y Roldán, L. (eds.): La
Cultura Ibérica a través de la fotografía de principios de siglo. Las
colecciones madrileñas [Catálogo de la exposición]. Madrid, Universidad
Autónoma, Comunidad de Madrid: 83-91. Zozaya, Juan (1993): “El Museo
durante el siglo XX”. En A. Marcos Pous (coord.) De Gabinete a Museo. Tres
siglos de Historia. Madrid, Ministerio de Cultura: 133-137. [1] En
otro orden de cosas, los firmantes del artículo desean aclarar al lector de
estas páginas que visite nuestro Museo, que no tienen ninguna
responsabilidad en la confusa señalización otorgada a las colecciones de
Protohistoria, que al estar separadas en dos plantas han sido denominadas
ahora Protohistoria I (Pueblos célticos y del Norte de la Península, además
de Baleares) y Protohistoria II (Colonizaciones mediterráneas y mundo ibérico),
dando la forma de una periodización cronológica a lo que no es sino un
mero avatar histórico, pero contemporáneo, causado por un montaje
expositivo concreto. Es este un ejemplo elocuente de los diferentes niveles
de decisión que afectan a este trabajo.
|
||
Figura 1a | ||
|
||